Es muy habitual oír o leer recomendaciones acerca de las ventajas de usar Mac para tareas de edición, y generalmente suelen ir acompañadas de una rotunda aseveración: «Cuando pruebes un Mac no vas a querer otra cosa, es otro mundo». Y qué cierto es, al menos la segunda parte.
En líneas generales me considero una persona bastante pragmática. Siempre he priorizado funcionalidad sobre diseño, y partiendo de esta base, los productos de Apple pierden, para mí, una de sus mayores, si no su mayor virtud. Aún así, acabé con uno de sus equipos en mis manos, y sobre esto es sobre lo que os voy a escribir hoy. Me gustaría empezar diciendo, que si te consideras (o alguien te ha considerado alguna vez) un «fanboy» radical de los de Cupertino, mi recomendación es que dejes de leer a partir de aquí, pues probablemente no te guste lo que viene a continuación, y es largo. En cualquier caso, lo que sigue no es otra cosa que mi opinión personal basada en mi experiencia, y por tanto, como cualquier opinión, no pretendo que sea una verdad absoluta.